La aventura de comprarse una moto
¿Por qué elegir un vehículo tan extraño como una moto para viajar? Esa es la pregunta que yo siempre me hice antes de saber que en realidad amaba las motos. Mi relación con las motos siempre fue de amor-odio, por una parte: las motos son ágiles en ciudad, rápidas, consumen relativamente poco combustible, son más baratas que un coche. Y las tienes de todas las formas, colores, tipos y potencias. Scooters, trails, custom, naked… De 50, 125, 300, 600, 1000cc… Las opciones son enormes. Y la comunidad motera alrededor es enorme.
Pero la otra cara de la moneda es escalofriante: son altamente inseguras, poco visibles en el conjunto del tráfico (casi diríamos que invisibles para el tráfico rodado), inestables (se mantienen de pie por el ligero equilibrio entre velocidad, dos ruedas y el conductor), y lo peor: la carrocería eres tu.
Pero después de estas conclusiones rápidas que se pueden extraer del panorama motero, ¿por qué elegiríamos entonces una moto?
Al fin y al cabo en un coche vas más seguro: tienes airbags, cinturones de seguridad, vas sentado en una postura cómoda. La carrocería se achatará para absorber un posible impacto en caso de accidente, absorbiendo parte del golpe. Tienes mayor estabilidad, al estar apoyado sobre 4 ruedas.
Bueno, pues vamos al meollo del asunto. Las motos no dejan de ser esencialmente una bici con motor, o al menos así fue en un principio, ya que actualmente no tienen nada que ver más allá de su similitud al rodar sobre dos ruedas. Pero más allá de su esencia, están las sensaciones que te transmiten en carretera. Hasta que no la pruebas, no eres consciente de lo que te puede aportar este tipo de movilidad. La carretera pasa de ser un medio para ir del punto A, al punto B, a ser una parte más de peso en el viaje.
Y es que, si vives en una zona que sea algo más que una llanura plana, viajar en moto por carreteras perdidas por España puede ser una experiencia completamente diferente a realizar dicho viaje en un coche. ¿Alguna vez has visto algún vídeo (vlog) de algún motero con su Go Pro y su dron, y has pensado «¡como mola!»? Pues no es nada comparado con estar ahí. Sentado a cierta velocidad, en perfecto equilibrio, viendo el paisaje en primer plano mientras ruedas por la carretera, sintiendo el aire en la cara, el calor del sol, la carretera transcurrir. La naturaleza acercarse al camino, los olores, abriéndote paso entre montañas, por cañones estrechos, encontrar lugares que parecen sacados de Narnia, ya sea por azar o cuidadosamente planificados.
¿Te gusta viajar? ¿A quién no le gusta viajar? Pues viajar en moto puede cambiar tu perspectiva completamente. El antes aburrido viaje de 200 km para ir de punto A a B ahora se convierte en un entretenido viaje por carreteras serpenteantes donde cada detalle, cada pueblo, cada paisaje por el que transitas cuenta.
Por supuesto, también puedes querer una moto simplemente para moverte por ciudad. Personalmente no me gusta, pero no hay que negar que es una forma ágil de moverte en ciudades congestionadas de tráfico. Personalmente me parecen inseguras por la fragilidad de que un conductor te arroye, pero tampoco es tan probable, sobre todo si vas atento.
Al fin y al cabo, jamás hay que olvidar que una moto es tan atractiva como peligrosa. Consigue gran aceleración sin problemas, pero dependes del equilibrio. Puedes filtrar entre el tráfico sin grandes problemas, pero cualquier conductor que no te vea te puede atropellar. Tu eres la carrocería. Por tanto, jamás te puedes fiar de nadie en la carretera. Y por supuesto, ir con ropa adecuada (ropa con todas las protecciones) es esencial. Si sales volando, lo único que te protegerá son las protecciones que tenga tu ropa.
¿Merece la pena el riesgo? Esa es únicamente tu elección.